pesadillas cruzadas

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Algún día quisiera hablar, hablar y no callarme. Contar de soledades, impuestas o queridas, que son como autoaislamientos a fin de cuentas. Quisiera parlotear mientras escribo… pero llueve de mis ojos hacia fuera en cada intento y me da miedo que el frío de este invierno transforme lluvia en hielo; oscureciendo la luz de ese lago de recuerdos. La soledad muta en silencio externo mientras, de ventanas hacia dentro, incesantes parloteos acompañan cada madrugada sin dormir, cada segundo eterno, cada minúsculo momento en que las anteojeras me dejan ver la periferia de un presente que se vierte como el agua entre las manos sin saciar la sed de volver a conversar como cuando veíamos Doctor en Alaska o cuando había que estudiar y pasábamos la noche como dos marujas.
Tal vez en primavera, mientras florece el avellano en Ribafarta, los enanitos me susurren al oído todas las palabras que ahora me faltan.

Cruza mis pesadillas la realidad aparente de tu ausencia durante el tiempo que se desliza; sin encontrate en este lado de la vida.

Canas y Cine

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Las canas no pesan más que cualquier otro pelo. Las canas dan tono al alma que espera, que deja pasar el tiempo mirando películas en el espejo por no darse vuelta desde las raíces a la cara.
Cuando me despierta el Pop-Pop de las palomitas no puedo recordar la consistencia de los elementos y me fundo con el suelo convertido en falso techo del infierno mientras pienso que,tal vez, cosí a mis pies una sombra equivocada en aquella habitación que se escondía de miradas con cortinas hechas de nata. La sombra creció, arrebatando al cuerpo las ganas de volar, haciendo más pesada la arena de los bolsillos... esa arena que algunas veces se pega a las manos húmedas haciendo nanocastillos infinitos con murallas a prueba de errores.
Errar en la distancia es mucho mas fácil que dar en la diana sin el contacto de unos ojos, mucho mas sencillo que encontrar el camino sin sacar el dedo del agujero del calcetín para que el frío no congele la planta que algunas veces sustituye a la cabeza.
Flores y risas saturan de color  la foto vieja y suturan el alma que se anuda a la infancia con cada recuerdo perdido de un presente momentáneamente volátil, comprimido en un pasado que da vueltas, repetido en fractales que reflejan el  ala de una mariposa antes del caos.