Antes de la caida

Antes de la caida tomo conciencia de que aquí pudiera ser que no haya nada a que agarrarse y ruedo en vertical tratando de apartarme de un infierno construido de apariencias. Las ausencias pasan, pesan y me pisan mientras la cama se hace cárcel liberada por un sueño intermitente que se repite de mañana a tarde dejando las noches para pensar alegremente sobre el significado de esos puntos suspensivos que nunca dejan que termine la frase… Nada de lo cotidiano me ayuda a anudar los rotos cordones antes que vuelva a caer sin zapatos, otra vez, mirando el atardecer a través de las estelas de esos aviones que nunca me enseñarán a volar…
Después de caer noto el suelo mínimamente distinto y salvajemente cálido, como invitándome a entrar y quedarme. Hago un nido de huesos y carne dando tres vueltas antes de intentar dormir mecido por el temblor de un corazón que barrunta terremotos.
Antes de caer decía “YO SOY”, sentía ese “YO” y lo tomaba como mío. Ahora, después de la caída, pienso que pensar nunca me hizo distinto a todos los “yo soy este” que encuentro en la cola de la carnicería antes de comprar su dosis diaria de callos.

Caído
y
roto
noto como el hielo se dispersa
en trozos por vivir
de una continua existencia.