Derretido en un glub


    Derretido en un glub no me encontrarán los Goblins y podré salir a pasear sin que la capucha moleste esa parcial visión laberíntica de cosas sin sentido que despiertan corrientes entre personas que se agarran unas a otras para poder subir.
      Los pies y las manos no sirven para que la memoria dure más que esos tres segundos cuando el ahora era aquel presente momentáneo que se evaporaba sumergido en un líquido del que uno no quiere salir, quedando por siempre enterrado en un recuerdo latente que parece haber estado ahí desde que el pensamiento se hizo palabra. 
      Dicen que los peces viven sus tres segundos de memoria como si eso hubiera sido toda su vida. Hasta que llega el momento de la muerte y entonces parece que se hayan estado muriendo siempre. Me sobran agallas y me faltan cuentos donde respirar el placer de volar por los mundos perdidos que alcanzo a ver justo antes de que se me cierren por completo los ojos... pensando que mi vida siempre fue así.